sábado, 11 de febrero de 2012

CAPITULO OCHO


Al día siguiente necesitaba moverme. Estaba nerviosa, no sabía por qué, pero simplemente necesitaba sentirme viva. Así que me levanté temprano, y sin decir nada a nadie, salí a correr. Probablemente cuando volviera mis niñas seguirían dormidas. Hacía frío tan temprano, aunque ya fuera uno de junio. Mientras corría, recapitulé todo lo vivido el día anterior, pero como no vi solución alguna, decidí ponerme la música bien alta y la mente en blanco.
Correr me sentó bastante bien. Había despejado la cabeza, y estaba un poco más relajada. Para colmo, me di un baño en el hidromasaje. Eso sí que me sentó bien. Con la toalla todavía puesta, fui a la cocina y me bebí un zumo. Qué fresquito. Fui a mi cuarto y me vestí. Cuando iba a salir por la puerta, Mamen salió de su cuarto.
- ¿A dónde vas Paula?- tenía toda la cara de sobada.
- Voy a revelar las fotos del otro día, salimos genial en ellas y quiero tenerlas, de paso voy a comprar unos cuantos marcos para poder tenerlas por aquí.
- Guay. Oye… ¿qué tal estás?
- Tú sabes… he dormido bastante bien y acabo de venir de correr. Me ha despejado la mente bastante y estoy mejor.
- Me alegro, ya sabes donde estoy, en la habitación de al lado.- sonrió.
- Ou yeah. Anda ahora vengo.
Cogí el pen que tenía las fotos y salí para revelarlas. En el camino me pareció ver una cara conocida.
- ¡Robert!
- ¡Hola Paula! Estaba deseando verte, hoy tenía pensado llamarte para quedar.- se acercó a mi y me dio un abrazo.
- Pues ya ves, no ha hecho falta.- Le sonreí.- ¿sabes? Los he visto.
- ¿A quiénes?- entonces cayó en la cuenta.- Ahhh, a One Direction, ¿no?
- ¡Síííí!- probablemente se me iluminaron los ojos.
- Te dije que los verías más de una vez. Fuiste al concierto, ¿a qué sí? Mi hermana fue.
- Si. Si yo te contara lo que me pasó… ¡no te lo vas a creer!
- Venga cuéntamelo.
- Vaaaaale, pero sólo si me acompañas a revelar las fotos y a por un par de marcos donde ponerlas.
- Será un placer, milady.
- Me encanta que me llames así… suena elegante.- Los dos reímos.
Robert me acompañó a revelar las fotos y a comprar los marcos. Le conté lo de Zayn, pero no se lo creyó. Más bien, yo pienso que no quería creérselo, pero en fin, yo no podía hacer nada. Dábamos una vuelta cuando se sentó en un banco y se puso serio.
- Paula, ¿estás bien?
- ¿Qué?...- esa pregunta me pilló un poco de sorpresa- ¿Yo? Sí, claro, ¿por qué?
- Te veo un destello en los ojos… es triste. Ya sabes, dicen que los ojos son el reflejo del alma.
- Uy, qué poético te ha quedado eso, Robert.- los dos reímos. Pretendí no darle mucha importancia a la pregunta que me había hecho.
- Anda, no me cambies de tema, y contéstame.- ¡ouch!
- No sé si me gusta que me conozcas tan bien…- me miró con cara rara, él no sabía porque decía eso. Tenía que decir algo para mejorar mi cagada.- Oye, ¡qué es broma! Eres de las personas que mejor me comprende.
- Será porque te tengo mucho cariño, Paula.- qué mono era.
- Eh, Robert, que yo también a ti.- le di un abrazo.
- Y ahora cuéntame, ¿qué te preocupa?
Le conté lo de Edu, y que no sabía que hacer.
- Ese tío es idiota.
- Lo sé, pero… en fin, no sé…
- Venga Paula, te tiene a ti por novia, y encima se queja… será desgraciado. Tss… algunas personas no se dan cuenta de las cosas maravillosas que tienen en su vida.
- Gracias por animarme Robert, pero Edu es así… mis amigas me lo dijeron, no salgas con él, acabará haciéndote daño…
- Paula, yo no digo esto para animarte, te lo digo porque realmente lo pienso. Pienso que eres genial, que cualquier hombre sería feliz a tu lado, porque tú tienes la capacidad de iluminar una habitación con sólo entrar en ella. Quiero que sepas que puedes confiar en mí para todo, que para eso estamos los amigos, y quiero decirte que ese desgraciado no te merece Paula, porque tú te mereces lo mejor del mundo.
Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. Lo que me acababa de decir era realmente bonito. Me emocioné muchísimo. Robert era un buen amigo.
- Muchísimas gracias por todo Robert, hoy me has hecho muy feliz.
- Eso es porque tu felicidad es la mía Paula, no lo olvides nunca- me cogió la cara y me limpió las lágrimas.- así que procura ser feliz si quieres que yo también lo sea.
Le di un abrazo enorme. Realmente le tenía aprecio a ese chico.
Decidí irme a casa. Después de tantos tumbos por la mañana, estaba hecha polvo. Robert me acompañó, como siempre. Me preparé mentalmente para el día siguiente, era la firma de discos.

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